jueves, 24 de mayo de 2012

Fuera de las turbias aguas del G-8

Crecimiento con austeridad a rajatabla es el oxímoron del 2012 producido en las pocas horas de reunión informal en Camp David por los gobernantes del G-8.
 
La “gran misa” anual del G-7 es más que un evento mediático. En el fondo es un asunto serio porque desde hace casi cuatro décadas sirve a Estados Unidos para hacer avanzar sus objetivos geopolíticos, y al conjunto de los países desarrollados para implantar el sistema neoliberal que está en crisis actualmente.
 
Pero la contradicción más importante, que los grandes medios ignoran deliberadamente, es que desde hace más de una década estos gobernantes se reúnen y se comportan como si aun tuviesen algún poder de decisión sobre las palancas esenciales de la economía, como fijar el valor de su moneda, la tasa de inflación y de interés; adoptar políticas fiscales para crear empleos o formular políticas industriales y comerciales en situaciones de crisis económicas o financieras, o ambas como en estos momentos.
 
Un poco de actualidad sobre la cuadratura del círculo
 
Este miércoles 23 de mayo, días después de las cumbres del G-8 y de la OTAN, ambas en Estados Unidos (EE.UU.), tendrá lugar una “reunión de urgencia” de los 27 países miembros de la Unión Europea (UE) para tratar el caso de Grecia, cuya eventual salida de la zona euro (ZE) ha dejado de ser tabú en las discusiones oficiales y oficiosas de la UE. Los analistas políticos y los economistas respetables discuten ahora sobre el cuándo y cómo de esta salida, de si será o no desordenada, de cuánto costará a la UE para salvar a sus bancos privados, que es el único punto nunca mencionado pero constituye el principal interés de los políticos gobernantes.
 
Es en este contexto que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) presentó su informe semestral, en el cual señala que la coyuntura de la UE sigue marcada por el “riesgo de un incremento del circulo vicioso” creado por “la alta y creciente deuda soberana, los débiles sistemas bancarios, la excesiva consolidación fiscal y el bajo crecimiento”, un escenario que podría tener serias consecuencias para la economía global.
 
La OCDE advierte que en los países de la zona euro donde están siendo aplicados los programas de austeridad, “la tolerancia para los ajustes fiscales está quizás alcanzando su límite” y con esos países en recesión en el 2012 y el 2013 “una combinación de prolongada fragilidad financiera, aumento del desempleo y malestar social podría disparar el contagio político y una negativa reacción de los mercados”.
 
Antes de que la OCDE diese a conocer su sabia advertencia a los dirigentes de la UE, el presidente del gobierno español Mariano Rajoy dijo en Chicago, al margen de la Cumbre de la OTAN, “que los problemas del momento pasan por seguir reduciendo el déficit público, por seguir haciendo reformas en casa y por garantizar la estabilidad financiera y la sostenibilidad de la deuda fuera; eso es hablar en serio”. Sobre la “austeridad y crecimiento”, según la cita del diario argentino Página/12, para el presidente español tales principios “están íntimamente unidos: el crecimiento es el objetivo y la austeridad es uno de los instrumentos para alcanzarlos”.
 
También en Chicago, según las agencias de prensa, el Presidente estadounidense Barack Obama recomendó a la UE una estrategia de crecimiento, acompañada de disciplina fiscal y de una política monetaria que promueva la capacidad de crecimiento en países como España e Italia, que están aplicando rigurosos programas de ajuste fiscal.
 
Por su parte el resumen cotidiano de la prensa europea de Eurointelligence.com destaca que el diario británico Financial Times (FT) da a conocer este martes 22 los detalles de hacia donde se dirigen las discusiones sobre las obligaciones en euro para financiar el crecimiento que piden tanto el conservador Rajoy como el recientemente electo presidente de Francia, el socialista François Hollande.
 
Según el FT, las discusiones en Bruselas a nivel de embajadores no contemplan las euro-obligaciones aun cuando se habla de tales. En realidad se refieren a un proyecto de obligaciones que comenzará con una emisión piloto por 230 millones de euros, una suma –resalta Eurointelligence- que es insignificante en términos macroeconómicos para un país, y más aun para varios países de la UE. Y la idea es asignar esos 230 millones al financiamiento de proyectos tales como el transporte transfronterizo, comunicaciones e infraestructura energética. Y aun tratándose de una suma insignificante, hay países como Alemania, Holanda y Finlandia que están descontentos.
 
Las divisiones son tales entre los países que se discute sobre si este proyecto piloto de obligaciones debe ser algo permanente o una medida aplicable una sola vez, como quiere Alemania. Todo esto, para Eurointelligence.com, apunta a que la UE sigue sin tener “una estrategia para resolver la crisis”.
 
Prueba de esto es la afirmación del mandatario español, para quien -según la agencia Reuters-, las euro-obligaciones no resolverán la crisis porque (su impacto) será a largo plazo. Y retornando a la estabilidad financiera Rajoy dijo que “puede ser lograda rápidamente, sin necesidad de debates o largas discusiones o estudios ni regulaciones, lo que tomaría dos o tres años para producir efecto. Esta es una decisión que puede tener efecto dentro de 24 horas”. Ante lo cual Eurointelligence se pregunta si el presidente español “encontró el ingrediente mágico o si sabe de lo que está hablando”.
 
Y ahora de retorno al G-7 y el neoliberalismo
 
En sus comienzos, a mediados de los 70 y hasta comienzos de los años 80, cuando la primera ministra británica Margaret Thatcher introdujo la agenda neoliberal (1), el G-7 tenía un potencial poder real de coordinar respuestas monetarias, fiscales o comerciales a las crisis.
 
Como olvidar, para este periodista que en Canadá cubrió desde 1975 en adelante algunas de estas cumbres directamente, y las demás gracias a las  excelentes sesiones de información de los altos funcionarios canadienses (algo que dejó de existir desde la llegada del conservador Stephen Harper al gobierno de Ottawa, en 2005), que fue este “club de países ricos” el que impulsó las políticas tendientes a reducir el papel de los Estados en la economía.
 
El G-7 ha sido una instancia clave para adoptar los principios que en otros foros llevaron a despojar a los Estados de los instrumentos que le permitieron jugar un papel rector en la economía y en la sociedad, como había influenciado a nivel de los países capitalistas la política del New Deal de Franklin D. Roosevelt y los acuerdos de Bretton Woods a finales de la segunda Guerra Mundial.
 
Cómo no recordar a esos ministros y funcionarios del G-7 que desde mediados de los años 80 nos confiaban. a los periodistas que seguíamos las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Canadá y EE.UU., las negociaciones comerciales multilaterales en el marco del GATT (Acuerdo general sobre tarifas y aranceles), y más tarde las negociaciones para incorporar a México en el TLC, que el objetivo final de todas estas negociaciones era establecer un “sistema de derecho universal”, para la economía, las finanzas, el comercio internacional y los derechos de propiedad, y crear las reglas y los mecanismos para castigar a los países que no las respetasen. O sea la definición misma de la utopia neoliberal.
 
No, ya no tienen ese poder porque desde mediados de los años 80 los gobiernos del G-7 comenzaron a adoptar consensos y decidieron coordinar decisiones en ese foro informal, y formalmente a nivel bilateral y multilateral, dentro de las instituciones multilaterales existentes (FMI, Banco Mundial, GATT) y las creadas más adelante para liderar el proceso de liberalización y liberalizar concretamente los mercados (Organización Mundial del Comercio, las organizaciones regionales para fomentar el libre comercio y otros mecanismos destinados a fijar los parámetros de la liberalización), para ceder a las fuerzas del mercado los poderes monetarios, fiscales, de comercio exterior y de política industrial de los Estados.
 
Así fueron creando e imponiendo al resto del mundo las políticas de apertura de los mercados acompañadas de las políticas de austeridad y de reducción del papel de los Estados en las economías, que tanto daño y despojos causaron en América latina, tierra de experimentación. Y fueron afinando los acuerdos de libre comercio con la inclusión de anexos para la “protección de las inversiones”, para garantizar el libre flujo financiero y reforzar los derechos de propiedad física que necesitan las empresas transnacionales para mantener el control sobre los recursos naturales y perpetuar el modelo extractivo en los países en desarrollo y emergentes. Y el “respeto de la propiedad intelectual” para mantener el total control sobre las nuevas tecnologías y los avances científicos patentados, y de paso legalizar con el sistema de patentes el robo del patrimonio genético de plantas, animales y hasta seres humanos de otras regiones y países.
 
Cómo olvidar que desde los años 90, bajo el gobierno del Demócrata Bill Clinton, se derribó el muro que separaba los bancos de inversiones de los bancos de depósitos, una medida adoptada por casi todo el resto del mundo capitalista (salvo Canadá) para liberar el potencial especulativo del sistema financiero, y que simultáneamente Washington y los países de la UE idearon e implantaron la “independencia” de los bancos centrales de los Estados, que  establecieron la quimera de la estabilidad monetaria y financiera, y fijaron una política de coordinación de estos bancos centrales fuera del alcance de los gobiernos, en el Bank of International Settlements, el “banco central de los bancos centrales”.
 
Los gobernantes del G-8, y en especial los gobiernos de la UE que están bajo la férula del Banco Central Europeo y del celoso defensor de la estabilidad monetaria y financiera que es el Bundesbank, el Banco Central de Alemania, no pueden ignorar que la política monetaria y fiscal responde ante todo al sector financiero privado, y que los Estados nacionales carecen, como muestra descarnadamente la crisis del euro, de un poder capital, el de formular y decidir sus políticas monetarias y fiscales, y por lo tanto de sus políticas económicas, industriales y comerciales.
 
Quiénes sino los gobernantes de los principales países capitalistas fueron los responsables de dejarle a “la mano invisible de los mercados” todo el poder para aplicar sistemáticamente, como la define el BIS, una “política de estabilidad monetaria y financiera”, o dicho en otros términos, las políticas antiinflacionistas destinadas tanto a bajar los salarios como a garantizarle la seguridad de sus capitales a los acreedores y especuladores del mundo financiero.
 
La clásica impotencia de los fines de régimen
 
En efecto, los gobernantes del G-8 ya no tienen el poder de adoptar reales políticas de desarrollo económico que no solo hagan crecer a la economía sino que proporcionen empleos y salarios decentes, ni tampoco el interés de recuperarlo.
 
A cuatro años de la Gran Crisis financiera y económica del 2008 la realidad no enturbiada por el poder mediático del G-8 nos muestra que el conjunto de los países capitalistas no se ha recuperado de la grave situación financiera creada por el endeudamiento fiscal para enriquecer aun más a los ricos y salvar a sus bancos. El desempleo real en EE.UU. y en la UE, no el que nos dan las maquilladas estadísticas oficiales, está en niveles nunca alcanzados en las anteriores crisis de los últimas seis décadas en términos de porcentajes de la población en capacidad laboral y de duración del desempleo.
 
En el caso de la generación de jóvenes entre 15 y 24 años ya se puede hablar de una generación que tendrá una bajísima incorporación al mercado laboral. Las cifras de la Organización Internacional del Trabajo son aterradoras: 75 millones de jóvenes sin trabajo en el mundo. En España es el 46.4 por ciento de estos jóvenes, que en su mayoría tienen sin duda los más elevados niveles de educación y capacitación de la historia de ese país, que están sin empleos. En varios países de la UE –Grecia, Croacia, Eslovaquia- la tasa supera el 30 por ciento.
 
Y la OIT enfatiza el aumento del porcentaje de los jóvenes que “ni trabajan ni estudian”, los “ni-ni”. En el 2010 los “ni-ni” constituían el 15.6 por ciento de los jóvenes en EE.UU., país donde los jóvenes deben endeudarse para estudiar y, por lo tanto, en muchos casos no pueden seguir estudiando si no tienen un trabajo o un ingreso. La deuda de los estudiantes estadounidenses alcanzó el billón de dólares (un millón de millones) en marzo pasado, según la agencia Bloomberg.
 
En el conjunto de la UE los “ni-ni” constituyen casi el 13 por ciento de la juventud, y más del 15 por ciento en Bulgaria, Italia, Irlanda, Letonia, Rumania y España. Y como apunta la OIT, en el mundo desarrollado los “ni-ni” suelen tener un bajo nivel de educación, bajo ingreso familiar o ser de origen inmigrante.
 
Crecimiento con austeridad es una formula vacía o una quimera como la “estabilidad monetaria y financiera”. El capitalismo es inestable por naturaleza, y esa inestabilidad produjo tanto las crisis como los ciclos de renovación a lo largo de los últimos dos siglos.
 
La estabilidad monetaria y financiera es una formula que ha servido para definir los periodos de liberalización comercial y de retorno al maternal seno de la renta mercantilista, que actualmente proviene tanto del transnacionalizado capitalismo industrial -dominado por los financieros y los accionistas-, que para extraer plusvalía se mudó a la periferia, a los países emergentes y en desarrollo, como de la privatización y tarificación de los servicios públicos gracias a las estimuladas (por los países del G-7, una vez más) Public–private partnership (PPP), en español las famosas y costosas “colaboraciones público-privadas”, que nos han hecho retroceder al feudal sistema de “peaje”, de tener que pagar desde el derecho al tránsito en las carreteras hasta los tarificados servicios de utilidad pública que fueron entregados al sector privado.
 
Ahí estamos ahora y nada permite creer que el capitalismo de tipo industrial, ese que tenía el “ascensor social” que llevaba al cielo del empleo estable y a la clase media, pueda jamás ser reparado y puesto en servicio.
 
La Vèrdiere, Francia.
 
1.- La agenda de la Cumbre del G-7 de 1984 en Londres fue sin duda una de las más transformadoras, como deja ver la lista de los principales asuntos tratados a pedido de la conservadora anfitriona, Margaret Thatcher: Problemas económicos, perspectivas y oportunidades para nuestros países y el mundo; la recesión mundial; un crecimiento duradero y la creación de nuevos empleos; creciente tensión en los gastos públicos; desempleo; retos políticos y económicos para los países en desarrollo; el fardo de la deuda para los países en desarrollo y el papel de FMI; políticas para reducir la inflación, tasas de interés; estabilidad económica y gestión; la deuda del Tercer Mundo; liberalización comercial; pobreza y sequías; petróleo y el Golfo (pérsico); el Bloque del Este; innovaciones en la creación de empleos en Italia; medio ambiente; la estación espacial tripulada.
 
En la Cumbre del G-7 de 1988 en Canadá, cuando ya estaba en negociación el TLC entre Canadá y EE.UU. se trataron varios aspectos claves: La cooperación económica internacional; el sistema de comercio multilateral (la Ronda Uruguay del GATT); las nuevas economías industrializadas; los países en desarrollo y sus deuda externas, y un “anexo sobre las reformas estructurales” que da la perspectiva de la implantación del neoliberalismo en ese momento:
 
 
Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.
ALAI (Agencia Latinoamericana de Información)

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