sábado, 26 de enero de 2013

Davos : foro sin rumbo

Durante su intervención en el Foro Económico Mundial que se realiza en Davos, Suiza, frente a representantes de las élites económicas y políticas mundiales, la canciller alemana, Angela Merkel, abogó por profundizar y ampliar las reformas estructurales adoptadas recientemente en las naciones europeas en problemas –que se han traducido en recortes presupuestales, despidos masivos y aniquilación de derechos sociales, y han derivado en enormes cuotas de sufrimiento para sus respectivas poblaciones– hasta que éstas surtan efecto y podamos vivir mejor en el futuro.

Dichas declaraciones, en voz de la jefa de Estado de una de las mayores economías de Europa y del mundo, son indicativas de la crisis de percepción de la realidad por la que atraviesa la cumbre económica que se realiza anualmente en la localidad alpina, cónclave que ha sido presentado por sus promotores como el espacio más importante del pensamiento económico contemporáneo y como una instancia para la presentación de soluciones y perspectivas novedosas. Sin embargo, los participantes en tales encuentros suelen exhibir una desoladora ausencia de perspectivas para conjurar el riesgo de una catástrofe mayúscula en Europa y el mundo.

En efecto, la aplicación y profundización de las reformas estructurales defendidas por Merkel ha sido la respuesta casi única de los gobiernos de las principales economías del planeta a la crisis financiera y económica vigente desde hace casi un lustro, sin que ello haya tenido más efectos que agravar esa debacle, multiplicar la pobreza, llevar a simas drásticas los niveles de desempleo en las naciones en problemas y someter a la economía planetaria a una espiral recesiva prolongada a consecuencia del deterioro en las condiciones de vida de las mayorías y el estrechamiento de los mercados internos.

La razón evidente de esa escasez de perspectivas y de soluciones ante la angustiosa circunstancia económica actual es la cerrazón ideológica que predomina desde hace décadas en esas cumbres, cuyos principales participantes son, precisamente, los promotores mundiales y los acendrados defensores de las directrices económicas neoliberales que causaron la actual crisis financiera. En esa lógica, que preconiza los principios de máxima rentabilidad y la disciplina fiscal a toda costa, los dramas sociales y humanos que se multiplican a escala planetaria por efecto de un modelo de capitalismo inviable, voraz y depredador quedan reducidos a la condición de meros indicadores macroeconómicos. No es extraño, pues, que en escenarios difíciles, como el actual, e incluso en etapas de relativa estabilidad en la economía mundial, las propuestas de solución vertidas en los foros de Davos consistan básicamente en prolongar y profundizar el sacrificio de la población.

En suma, ante la gravedad de la crisis que afronta Europa –particularmente aguda en naciones como Grecia, España, Italia y Portugal–, el empecinamiento neoliberal de los participantes en las cumbres de Davos constituye, además de un despropósito, un acicate indeseable para la desestabilización política y la ingobernabilidad en el viejo continente y en el mundo.

La Jornada.
Editorial

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