lunes, 28 de enero de 2013

Davos: la cumbre de los 'working rich'

Los ejecutivos, banqueros y emprendedores intelectuales reunidos en el Foro Económico Mundial quieren romper con la imagen de ricos ociosos y sin escrúpulos y se ven como "meritócratas trabajadores" | Nadie se da por aludido cuando sale el tema de la evasión fiscal por parte de ricos y grandes empresas | Jamie Dimon, de JP Morgan, ha criticado a los gobiernos por montar una 'vendetta' contra la banca.

La calle Promenade, en el centro del pueblo alpino de Davos, se ha convertido en una especie de strip mall de los que se ven en las afueras de las ciudades estadounidenses, abigarrado de patrocinios corporativos -RSBC, BlackBerry, Microsoft...-, escaparates con marcas globales y atascados de limusinas. En el lujoso hotel Belvedere, un enorme cartel anuncia la llegada de otro mercado fronterizo a las estrategias de inversión de los fondos globales: "Azerbaiyán: la tierra del futuro". Se ha abierto una cafetería Pepsico, que se llena de participantes tecleando en sus iPads.

Klaus Schwab, el rígido y algo anticuado empresario suizo que fundó el Foro Económico Mundial (WEF) en este pueblo en 1971 con el fin de inculcar la ciencia de la gestión empresarial estadounidense en los mánagers europeos, no está muy de acuerdo con tanta presencia corporativa en Promenade según se entiende. Pero los 2.500 ejecutivos, banqueros y emprendedores intelectuales reunidos en Davos este año -entre ellos 70 billonarios (con mil millones de dólares o más)- parecen querer ser tipos normales que llevan bambas New Balance y beben Pepsi mientras hablan de killer apps.

Y lo cierto es que esta no es una élite ociosa y distante como la de última era de plutocracias y desigualdad extrema, la gilted age de principios del siglo XX. Aquellos ricos eran "diferentes del resto de nosotros", según comentó Scott Fitzgerald, el autor de Gran Gatsby. En Davos 2013, las fortunas son tan fabulosas como entonces, quizás más en un mundo con la distribución de renta más polarizada desde los años veinte. Desde aquellos roaring twenties cuando Gatsby se convirtió en el arquetipo del "multimillonario de creación instantánea", hasta 1940 al 10% más rico le correspondía el 45% de la renta en Estados Unidos. Tras el New Deal y la Segunda Guerra Mundial, bajó al 33% y la sociedad de iguales duró hasta 1970. Ahora el 10% más rico tiene más del 50% de la renta.

Pero en Davos, no hay ricos ocioso. Más bien es imprescindible dar la impresión de ser un workaholic si se quiere causar buena impresión. "Los ricos de hoy son diferentes que los de ayer", afirma Chrystia Freeland, periodista predilecta y moderadora omnipresente de debates en el WEF cuyo nuevo libro Plutocrat es tema de conversación en Davos . "Es una nueva súper élite de riqueza de primera y segunda generación; sus integrantes son meritócratas muy trabajadores, altamente educados". "Los plutócratas de hoy en día son working rich", añade.

Dentro del centro de convenciones Congress, con sus espacios asignados a jóvenes líderes globales, shakers filántropos y emprendedores sociales, se debaten los dilemas de esta crisis. ¿Cómo se puede relanzar la demanda agregada en Europa y Estados Unidos cuando todo el aumento de la renta de las dos últimas décadas en las grandes economías occidentales ha ido a parar a una minoría de superricos? Y ¿Cómo se pueden superar las crisis fiscales sin ampliar la base tributaria y combatir una endémica evasión tributaria (por legal que sea) por parte de individuos de elevado patrimonio y empresas multinacionales? Hasta David Cameron, el primer ministro tory, advirtió en su discurso en Davos esta semana de que la evasión institucionalizada de impuestos por parte de ricos y empresas amenaza la economía: "Necesitamos más reglas; empresas correctas, impuestos correctos; normas correctas", proclamó.

Pero cuando se abordan estos temas en Davos, ninguno de los 2.500 participantes -desde Bill Gates a Lloyd Blankfein (Goldman Sachs); desde la princesa Rania de Jordania al multimillonario de la literatura de autoayuda Paulo Coelho- parece darse por aludido. Jamie Dimon de JP Morgan -cuyo paquete de remuneración subió el 11% en el 2011, hasta los 23 millones de dólares (ahora lo han congelado)- ha vuelto a criticar a los gobiernos por montar una vendetta contra la banca, convertida en "chivo expiatorio". Steve Schwarzman, presidente del fondo Blackstone y otro incondicional de Davos, se hizo con 8.000 millones de dólares en la OPV del fondo Blackstone en el 2002 y pagó un millón de dólares a Rod Stewart por actuar en una fiesta de cumpleaños de su hija. Pero se opone a las subidas de impuestos sobre la renta de las rentas más altas defendidas por Obama. Paul Singer, gestor del hedge fund Elliot, cuyo lobby ha luchado con éxito contra la propuesta de tributar las rentas carry que convierten a los gestores de estos fondos en los más ricos del mundo, dijo el miércoles que la legislación Dodd Frank en Estados Unidos para frenar los excesos de Wall Street "contiene muchas maldades".

En general, en Davos existe la convicción de que el aumento de la renta y la riqueza es la consecuencia de la globalización y de tendencias tecnológicas que aumentan los retornos al talento y al genio. "Si eres un fiel, crees que el aumento de la desigualdad tiene que ver con fuerzas impersonales de revoluciones tecnológicas y globalización", advierte Freeland. "Por tanto, jamás sientes vergüenza".

La resistencia de Davos a pagar más impuestos es aún más asombrosa. El hecho de que el Foro Económico Mundial se celebre en Suiza, un paraíso fiscal , según cualquier criterio, es prueba de ello. No sólo por las investigaciones sobre cuentas bancarias de destacados miembros de las élites en Grecia y España, sino también por la última noticia de que el banco Wegelin & Company, con sede en el municipio suizo de Saint Gallen y fundado en 1741, había ayudado a miles de estadounidenses de alto patrimonio a evitar el IRS (la Hacienda estadounidense). Pero tampoco en este campo se dan por aludidos los participantes en Davos.

Axel Weber, ex presidente del ortodoxísimo Bundesbank, dio una lección al inicio del foro sobre la necesidad de rigor fiscal y monetario. En ningún momento reflexionó públicamente sobre su nuevo cargo de presidente del banco suizo UBS, cuyo papel como refugio secreto de evasores fiscales desde Nueva York a Berlín ya se conoce de sobra, al igual que su implicación en el escándalo de fijación de los tipos Libor. Los hombres de Davos "sienten que son los ganadores merecedores", dice Freeland. Creen que la desigualdad es necesaria para el crecimiento económico.

El arma secreta de Davos para evitar graves daños de imagen se encuentra en cientos de sesiones sobre filantropía, emprendedores sociales y el nuevo arte del impact investing (inversión con impacto social), que pretende "redefinir lo que se entiende como el retorno de una inversión", según Abigail Noble de la Fundación Schwab.

Las estrategias de inversión de impacto ya van sustituyendo filantropía en el vocabulario de Davos, parte de una nueva filosofía de la plutocracia que Matthew Bishop, corresponsal en el WEF del diario The Economist, califica como filantrocapitalismo. Esto supone "aplicar el secreto que explica su éxito con el dinero, a sus actividades altruistas", según escribe Bishop en su libro Filantrocapitalismo. Es lo que Bono, el cantante de U2 que brilla por su ausencia en Davos este año, quiere decir cuando dice: "Esto no es caridad; es negocio".

Shiller hasta propone crear empresas en las que los flantrocapitalistas puedan comprar acciones para cumplir con su deseo de afán de lucro, aunque, finalmente, no reciben nada. El gestor del hedge fund Arpad Buss ha creado una organización caritativa que se llama Absolut Return for Kids (retornos absolutos para los niños) y utiliza medios agresivos de inversión en derivados -short selling- para optimizar los beneficios para niños necesitados. Esto es Davos en esencia pura.

Lo cierto es que la élite actual estatal se siente tan fascinada por los debates de ideas como los de Davos que "a los nuevos plutócratas les encanta fundar sus propias fundaciones y think tanks", explica Freeland. Victor Pinchuk, el oligarca billonario ucraniano, organiza un foro anual de ideas al que asisten incondicionales de Davos como Bill Gates y Bill Clinton. Es, quizás, el peligro más grande para el pedante Klaus Schwab, que en algún momento algún billonario lince de la nueva élite global, le quite el monopolio de cumbres globales a los Alpes.

Andy Robinson.
 La Vanguardia


 


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