lunes, 28 de enero de 2013

Davos: la cumbre de los 'working rich'

Los ejecutivos, banqueros y emprendedores intelectuales reunidos en el Foro Económico Mundial quieren romper con la imagen de ricos ociosos y sin escrúpulos y se ven como "meritócratas trabajadores" | Nadie se da por aludido cuando sale el tema de la evasión fiscal por parte de ricos y grandes empresas | Jamie Dimon, de JP Morgan, ha criticado a los gobiernos por montar una 'vendetta' contra la banca.

La calle Promenade, en el centro del pueblo alpino de Davos, se ha convertido en una especie de strip mall de los que se ven en las afueras de las ciudades estadounidenses, abigarrado de patrocinios corporativos -RSBC, BlackBerry, Microsoft...-, escaparates con marcas globales y atascados de limusinas. En el lujoso hotel Belvedere, un enorme cartel anuncia la llegada de otro mercado fronterizo a las estrategias de inversión de los fondos globales: "Azerbaiyán: la tierra del futuro". Se ha abierto una cafetería Pepsico, que se llena de participantes tecleando en sus iPads.

Klaus Schwab, el rígido y algo anticuado empresario suizo que fundó el Foro Económico Mundial (WEF) en este pueblo en 1971 con el fin de inculcar la ciencia de la gestión empresarial estadounidense en los mánagers europeos, no está muy de acuerdo con tanta presencia corporativa en Promenade según se entiende. Pero los 2.500 ejecutivos, banqueros y emprendedores intelectuales reunidos en Davos este año -entre ellos 70 billonarios (con mil millones de dólares o más)- parecen querer ser tipos normales que llevan bambas New Balance y beben Pepsi mientras hablan de killer apps.

Y lo cierto es que esta no es una élite ociosa y distante como la de última era de plutocracias y desigualdad extrema, la gilted age de principios del siglo XX. Aquellos ricos eran "diferentes del resto de nosotros", según comentó Scott Fitzgerald, el autor de Gran Gatsby. En Davos 2013, las fortunas son tan fabulosas como entonces, quizás más en un mundo con la distribución de renta más polarizada desde los años veinte. Desde aquellos roaring twenties cuando Gatsby se convirtió en el arquetipo del "multimillonario de creación instantánea", hasta 1940 al 10% más rico le correspondía el 45% de la renta en Estados Unidos. Tras el New Deal y la Segunda Guerra Mundial, bajó al 33% y la sociedad de iguales duró hasta 1970. Ahora el 10% más rico tiene más del 50% de la renta.

Pero en Davos, no hay ricos ocioso. Más bien es imprescindible dar la impresión de ser un workaholic si se quiere causar buena impresión. "Los ricos de hoy son diferentes que los de ayer", afirma Chrystia Freeland, periodista predilecta y moderadora omnipresente de debates en el WEF cuyo nuevo libro Plutocrat es tema de conversación en Davos . "Es una nueva súper élite de riqueza de primera y segunda generación; sus integrantes son meritócratas muy trabajadores, altamente educados". "Los plutócratas de hoy en día son working rich", añade.

Dentro del centro de convenciones Congress, con sus espacios asignados a jóvenes líderes globales, shakers filántropos y emprendedores sociales, se debaten los dilemas de esta crisis. ¿Cómo se puede relanzar la demanda agregada en Europa y Estados Unidos cuando todo el aumento de la renta de las dos últimas décadas en las grandes economías occidentales ha ido a parar a una minoría de superricos? Y ¿Cómo se pueden superar las crisis fiscales sin ampliar la base tributaria y combatir una endémica evasión tributaria (por legal que sea) por parte de individuos de elevado patrimonio y empresas multinacionales? Hasta David Cameron, el primer ministro tory, advirtió en su discurso en Davos esta semana de que la evasión institucionalizada de impuestos por parte de ricos y empresas amenaza la economía: "Necesitamos más reglas; empresas correctas, impuestos correctos; normas correctas", proclamó.

Pero cuando se abordan estos temas en Davos, ninguno de los 2.500 participantes -desde Bill Gates a Lloyd Blankfein (Goldman Sachs); desde la princesa Rania de Jordania al multimillonario de la literatura de autoayuda Paulo Coelho- parece darse por aludido. Jamie Dimon de JP Morgan -cuyo paquete de remuneración subió el 11% en el 2011, hasta los 23 millones de dólares (ahora lo han congelado)- ha vuelto a criticar a los gobiernos por montar una vendetta contra la banca, convertida en "chivo expiatorio". Steve Schwarzman, presidente del fondo Blackstone y otro incondicional de Davos, se hizo con 8.000 millones de dólares en la OPV del fondo Blackstone en el 2002 y pagó un millón de dólares a Rod Stewart por actuar en una fiesta de cumpleaños de su hija. Pero se opone a las subidas de impuestos sobre la renta de las rentas más altas defendidas por Obama. Paul Singer, gestor del hedge fund Elliot, cuyo lobby ha luchado con éxito contra la propuesta de tributar las rentas carry que convierten a los gestores de estos fondos en los más ricos del mundo, dijo el miércoles que la legislación Dodd Frank en Estados Unidos para frenar los excesos de Wall Street "contiene muchas maldades".

En general, en Davos existe la convicción de que el aumento de la renta y la riqueza es la consecuencia de la globalización y de tendencias tecnológicas que aumentan los retornos al talento y al genio. "Si eres un fiel, crees que el aumento de la desigualdad tiene que ver con fuerzas impersonales de revoluciones tecnológicas y globalización", advierte Freeland. "Por tanto, jamás sientes vergüenza".

La resistencia de Davos a pagar más impuestos es aún más asombrosa. El hecho de que el Foro Económico Mundial se celebre en Suiza, un paraíso fiscal , según cualquier criterio, es prueba de ello. No sólo por las investigaciones sobre cuentas bancarias de destacados miembros de las élites en Grecia y España, sino también por la última noticia de que el banco Wegelin & Company, con sede en el municipio suizo de Saint Gallen y fundado en 1741, había ayudado a miles de estadounidenses de alto patrimonio a evitar el IRS (la Hacienda estadounidense). Pero tampoco en este campo se dan por aludidos los participantes en Davos.

Axel Weber, ex presidente del ortodoxísimo Bundesbank, dio una lección al inicio del foro sobre la necesidad de rigor fiscal y monetario. En ningún momento reflexionó públicamente sobre su nuevo cargo de presidente del banco suizo UBS, cuyo papel como refugio secreto de evasores fiscales desde Nueva York a Berlín ya se conoce de sobra, al igual que su implicación en el escándalo de fijación de los tipos Libor. Los hombres de Davos "sienten que son los ganadores merecedores", dice Freeland. Creen que la desigualdad es necesaria para el crecimiento económico.

El arma secreta de Davos para evitar graves daños de imagen se encuentra en cientos de sesiones sobre filantropía, emprendedores sociales y el nuevo arte del impact investing (inversión con impacto social), que pretende "redefinir lo que se entiende como el retorno de una inversión", según Abigail Noble de la Fundación Schwab.

Las estrategias de inversión de impacto ya van sustituyendo filantropía en el vocabulario de Davos, parte de una nueva filosofía de la plutocracia que Matthew Bishop, corresponsal en el WEF del diario The Economist, califica como filantrocapitalismo. Esto supone "aplicar el secreto que explica su éxito con el dinero, a sus actividades altruistas", según escribe Bishop en su libro Filantrocapitalismo. Es lo que Bono, el cantante de U2 que brilla por su ausencia en Davos este año, quiere decir cuando dice: "Esto no es caridad; es negocio".

Shiller hasta propone crear empresas en las que los flantrocapitalistas puedan comprar acciones para cumplir con su deseo de afán de lucro, aunque, finalmente, no reciben nada. El gestor del hedge fund Arpad Buss ha creado una organización caritativa que se llama Absolut Return for Kids (retornos absolutos para los niños) y utiliza medios agresivos de inversión en derivados -short selling- para optimizar los beneficios para niños necesitados. Esto es Davos en esencia pura.

Lo cierto es que la élite actual estatal se siente tan fascinada por los debates de ideas como los de Davos que "a los nuevos plutócratas les encanta fundar sus propias fundaciones y think tanks", explica Freeland. Victor Pinchuk, el oligarca billonario ucraniano, organiza un foro anual de ideas al que asisten incondicionales de Davos como Bill Gates y Bill Clinton. Es, quizás, el peligro más grande para el pedante Klaus Schwab, que en algún momento algún billonario lince de la nueva élite global, le quite el monopolio de cumbres globales a los Alpes.

Andy Robinson.
 La Vanguardia


 


sábado, 26 de enero de 2013

Davos : foro sin rumbo

Durante su intervención en el Foro Económico Mundial que se realiza en Davos, Suiza, frente a representantes de las élites económicas y políticas mundiales, la canciller alemana, Angela Merkel, abogó por profundizar y ampliar las reformas estructurales adoptadas recientemente en las naciones europeas en problemas –que se han traducido en recortes presupuestales, despidos masivos y aniquilación de derechos sociales, y han derivado en enormes cuotas de sufrimiento para sus respectivas poblaciones– hasta que éstas surtan efecto y podamos vivir mejor en el futuro.

Dichas declaraciones, en voz de la jefa de Estado de una de las mayores economías de Europa y del mundo, son indicativas de la crisis de percepción de la realidad por la que atraviesa la cumbre económica que se realiza anualmente en la localidad alpina, cónclave que ha sido presentado por sus promotores como el espacio más importante del pensamiento económico contemporáneo y como una instancia para la presentación de soluciones y perspectivas novedosas. Sin embargo, los participantes en tales encuentros suelen exhibir una desoladora ausencia de perspectivas para conjurar el riesgo de una catástrofe mayúscula en Europa y el mundo.

En efecto, la aplicación y profundización de las reformas estructurales defendidas por Merkel ha sido la respuesta casi única de los gobiernos de las principales economías del planeta a la crisis financiera y económica vigente desde hace casi un lustro, sin que ello haya tenido más efectos que agravar esa debacle, multiplicar la pobreza, llevar a simas drásticas los niveles de desempleo en las naciones en problemas y someter a la economía planetaria a una espiral recesiva prolongada a consecuencia del deterioro en las condiciones de vida de las mayorías y el estrechamiento de los mercados internos.

La razón evidente de esa escasez de perspectivas y de soluciones ante la angustiosa circunstancia económica actual es la cerrazón ideológica que predomina desde hace décadas en esas cumbres, cuyos principales participantes son, precisamente, los promotores mundiales y los acendrados defensores de las directrices económicas neoliberales que causaron la actual crisis financiera. En esa lógica, que preconiza los principios de máxima rentabilidad y la disciplina fiscal a toda costa, los dramas sociales y humanos que se multiplican a escala planetaria por efecto de un modelo de capitalismo inviable, voraz y depredador quedan reducidos a la condición de meros indicadores macroeconómicos. No es extraño, pues, que en escenarios difíciles, como el actual, e incluso en etapas de relativa estabilidad en la economía mundial, las propuestas de solución vertidas en los foros de Davos consistan básicamente en prolongar y profundizar el sacrificio de la población.

En suma, ante la gravedad de la crisis que afronta Europa –particularmente aguda en naciones como Grecia, España, Italia y Portugal–, el empecinamiento neoliberal de los participantes en las cumbres de Davos constituye, además de un despropósito, un acicate indeseable para la desestabilización política y la ingobernabilidad en el viejo continente y en el mundo.

La Jornada.
Editorial

miércoles, 16 de enero de 2013

Trastornos globales en el mediano plazo

Hacer predicciones en el corto plazo (para uno o dos años) es un juego tonto. Hay demasiados vuelcos y giros en el mundo real político/económico/cultural. Pero podemos intentar hacer afirmaciones plausibles para el mediano plazo (una década o más) basados en un marco teórico trabajable, combinado con un sólido análisis pragmático de tendencias y limitaciones.
 
¿Qué es lo que sabemos del sistema-mundo en el que estamos viviendo? Primero que nada, que se trata de una economía-mundo capitalista, cuyo principio básico es la incesante acumulación de capital. Segundo, que es un sistema histórico que, como todos los sistemas (desde el universo como un todo hasta los más mínimos sistemas nanoscópicos), tiene vida. Surge a la existencia, vive su vida normal, de acuerdo con reglas y estructuras que crea, y luego, en cierto punto, el sistema se aparta demasiado del equilibrio y entra en una crisis estructural. Tercero, que nuestro actual sistema-mundo ha sido un sistema polarizante, en el que existe una brecha que crece constante entre los Estados y al interior de los mismos.

Ahora estamos en una crisis estructural así, y hemos estado en ella por unos 40 años. Continuaremos en esta crisis por otros 20 a 40 años. Este es el promedio de tiempo que dura una crisis estructural en un sistema histórico social. Lo que ocurre en una crisis estructural es que el sistema se bifurca, lo que esencialmente significa que emergen dos modos alternos para finalizar la crisis estructural cuando colectivamente se elige una de las alternativas.

La principal característica de una crisis estructural es una serie de fluctuaciones caóticas fuertísimas de todo –los mercados, las alianzas geopolíticas, la estabilidad de las fronteras estatales, el empleo, las deudas, los impuestos. La incertidumbre, en el corto plazo, se vuelve crónica. Y la incertidumbre tiende a congelar la toma de decisiones económicas lo que, por supuesto, empeora la situación.

He aquí algunas de las cosas que podemos esperar en el mediano plazo. Casi todos los Estados enfrentan, y seguirán enfrentando, un apretón entre la reducción del ingreso y el incremento de los gastos. Lo que casi todos los Estados están haciendo es reducir los gastos en dos maneras. Una ha sido recortar (o incluso eliminar) muchísimas de las redes de seguridad que se han construido en el pasado para ayudar a la gente ordinaria a lidiar con las múltiples contingencias que enfrenta. Pero hay un segundo modo también. Casi todos los Estados están recortando las transferencias de dinero a las entidades estatales subordinadas –las estructuras federativas, si el Estado es una federación, y los gobiernos locales. Lo que esto hace es simplemente transferir la necesidad de incrementar impuestos a estas unidades subordinadas. Si hallan esto imposible pueden ir a la bancarrota, lo que elimina otras partes de las redes de seguridad (notablemente las pensiones).

Esto tiene un impacto inmediato en los Estados. Por un lado, los debilita, conforme más y más unidades buscan escindirse si lo consideran ventajoso económicamente. Pero por otro lado, los Estados son más importantes que nunca, conforme las poblaciones buscan refugio en las políticas proteccionistas (mantener nuestros empleos, no los suyos). Las fronteras estatales siempre han cambiado. Pero hay la perspectiva de que cambien con mucha mayor frecuencia ahora. Al mismo tiempo, las nuevas estructuras que vinculan los Estados existentes (o sus subunidades) –tales como la Unión Europea (UE) y la nueva estructura sudamericana (Unasur)– continuarán floreciendo y jugando un papel geopolítico creciente.

Los malabares entre los múltiples sitios del poder geopolítico se tornan mucho más inestables que nunca en una situación en que ninguno de estos sitios estará en posición de dictar reglas interestatales. Estados Unidos fue alguna vez un poder hegemónico con pies de barro, pero que sigue siendo lo suficiente poderoso como para provocar daños por torpeza. China parece tener la posición económica emergente más fuerte, pero es menos fuerte que lo que ella misma o los otros piensan. El grado al que se acerquen Europa occidental y Rusia sigue siendo una pregunta abierta, y sigue estando en la agenda en ambos lados. El modo en que India juegue sus cartas sigue siendo algo que en gran media no ha decidido India. Lo que esto signifique para las guerras civiles como la de Siria, hasta ahora tiene que ver con cómo quienes intervengan desde fuera se cancelen mutuamente y los conflictos internos se organicen más que nunca en torno a grupos de identidad fratricidas.

Reiteraré mi postura largamente argüida. Al final de la década veremos algunas realineaciones importantes. Una es la creación de una estructura confederada que vincule a Japón a una China (reunificada) y a una Corea (re-unida). La segunda es una alianza geopolítica entre esta estructura confederada y Estados Unidos. Una tercera es una alianza de facto entre la Unión Europea y Rusia. Una cuarta es la proliferación nuclear a una escala significativa. Una quinta es un proteccionismo generalizado. La sexta es una deflación mundial generalizada, que puede tomar dos formas –sea una reducción nominal de los precios o inflaciones rampantes que tienen la misma consecuencia.

Obviamente, éstos no son resultados felices para casi nadie. El desempleo mundial aumentará, no va a caer. Y la gente ordinaria sentirá los pinchazos de forma muy severa. La gente ya ha mostrado que está lista para responder luchando de múltiples formas, y esta resistencia popular crecerá. Nos encontraremos en medio de una vasta batalla política para determinar el futuro del mundo.

Aquellos que tienen riqueza y privilegios hoy no se sentarán sin hacer nada. Será más y más claro para ellos que no pueden asegurar su futuro a través del sistema capitalista existente. Buscarán implementar un sistema que no se base en un papel central del mercado, sino en una combinación de fuerza bruta y engaño. El objetivo clave es asegurar que el nuevo sistema garantice la continuación de tres rasgos clave para el actual sistema –jerarquía, explotación y polarización.

Por otra parte, habrá fuerzas populares por todo el mundo que buscarán crear una nueva clase de sistema histórico, uno que todavía no ha existido, uno basado en una democracia relativa y una relativa igualdad. Es casi imposible de prever lo que significará esto en términos de las instituciones que el mundo podría crear. Aprenderemos en la construcción de este sistema en las décadas venideras.

¿Quién ganará esta batalla? Nadie lo puede predecir. Será el resultado de una infinidad de acciones nanoscópicas emprendidas por una infinidad de nanoactores en una infinidad de nanomomentos. Y en algún punto la tensión entre las dos soluciones alternativas se inclinará definitivamente en favor de una o la otra. Esto es lo que nos brinda esperanza. Lo que cada uno de nosotros haga en cada momento acerca de cada uno de los puntos inmediatos cuenta. Alguna gente le llama a esto el efecto mariposa. El batir de las alas de una mariposa afecta el clima de uno al otro extremo del mundo. En ese sentido, hoy todos somos pequeñas mariposas.
Traducción: Ramón Vera Herrera

Immanuel Wallerstein
La Jornada

martes, 8 de enero de 2013

Así será 2013

Después de haber sobrevivido –el pasado 21 de diciembre– al anunciado fin del mundo, nos queda ahora tratar de prever –con razonamientos prudentes pero más cartesianos– nuestro futuro inmediato, basándonos en los principios de la geopolítica, una disciplina que permite comprender el juego general de las potencias y evaluar los principales riesgos y peligros. Para anticipar, como en unos tableros de ajedrez, los movimientos de cada potencial adversario.

Si contemplamos, en este principio de año, un mapa del planeta, inmediatamente observamos varios puntos con luces rojas encendidas. Cuatro de ellos presentan altos niveles de peligro: Europa, América Latina, Oriente Próximo y Asia.

En la Unión Europea (UE), el año 2013 será el peor desde que empezó la crisis. La austeridad como credo único y los hachazos al Estado de bienestar continuarán porque así lo exige Alemania que, por primera vez en la historia, domina Europa y la dirige con mano de hierro. Berlín no aceptará ningún cambio hasta los comicios del próximo 22 de septiembre en los que la canciller Angela Merkel podría ser elegida para un tercer mandato. 

En España, las tensiones políticas aumentarán a medida que la Generalitat de Catalunya vaya precisando los términos de la consulta a los catalanes sobre el futuro de esa comunidad autónoma. Proceso que, desde Euskadi, los nacionalistas vascos seguirán con el mayor interés. En cuanto a la situación de la economía, ya pésima, va a depender de lo que ocurra... en Italia en las próximas elecciones (el 24 de febrero). Y de las reacciones de los mercados ante una eventual victoria de los amigos del conservador Mario Monti (que cuenta con el apoyo de Berlín y del Vaticano) o del candidato de centroizquierda Pier Luigi Bersani, mejor colocado en las encuestas. También dependerá de las condiciones (sin duda brutales) que exigirá Bruselas por el rescate que Mariano Rajoy acabará pidiendo. Sin hablar de las protestas que siguen extendiéndose como reguero de gasolina y que acabarán por dar con algún fósforo encendido... Podrían producirse explosiones en cualquiera de las sociedades de la Europa del sur (Grecia, Portugal, Italia, España) exasperadas por los matraqueos sociales permanentes. La UE no saldrá del túnel en 2013, y todo podría empeorar si, además, los mercados decidieran cebarse (como los neoliberales les están incitando a hacerlo) (1) con la Francia del muy moderado socialista François Hollande.

En América Latina, el año 2013 también está lleno de desafíos. En primer lugar en Venezuela, país que desde 1999 representa un papel motor en los cambios progresistas de todo el subcontinente. La imprevista recaída del presidente Hugo Chávez –reelegido el pasado 7 de octubre– crea incertidumbre. Aunque el dirigente se está restableciendo de su nueva operación contra el cáncer, no pueden descartarse nuevas elecciones presidenciales en febrero próximo. Designado por Chávez, el candidato de la revolución bolivariana sería el actual vicepresidente (equivalente a primer ministro) Nicolás Maduro, un líder muy sólido con todas las cualidades, humanas y políticas, para imponerse.

También habrá elecciones, el 17 de febrero, en Ecuador: la reelección del presidente Rafael Correa, otro dirigente latinoamericano fundamental, ofrece pocas dudas. Importantes comicios asimismo, el 10 de noviembre, en Honduras donde, el 28 de junio de 2009, fue derrocado Manuel Zelaya. Su sucesor, Porfirio Lobo, no puede postularse para un segundo mandato consecutivo. En cambio, el Tribunal Supremo Electoral ha autorizado la inscripción del partido Libertad y Refundación (LIBRE), liderado por el ex presidente Zelaya, que presenta, como candidata, a su esposa y ex primera dama, Xiomara Castro. Importantes elecciones igualmente en Chile, el 17 de noviembre. Aquí, la impopularidad actual del presidente conservador Sebastián Piñera ofrece posibilidades de victoria a la socialista Michelle Bachelet.

La atención internacional también se fijará en Cuba. Por dos razones. Porque continúan en La Habana las conversaciones entre el Gobierno colombiano y los insurgentes de las FARC para tratar de poner fin al último conflicto armado de América Latina. Y porque se esperan decisiones de Washington. En los comicios estadounidenses del pasado 6 de noviembre, Barack Obama ganó en Florida; obtuvo el 75% del voto hispano y –muy importante– el 53% del voto cubano. Unos resultados que le dan al Presidente, en su último mandato, un amplio margen de maniobra para avanzar hacia el fin del bloqueo económico y comercial de la isla.

Donde nada parece avanzar es, una vez más, en el Cercano Oriente. Ahí se encuentra el actual foco perturbador del mundo. Las revueltas de la “primavera árabe” consiguieron derrocar a varios dictadores locales: Ben Alí en Túnez, Mubarak en Egipto, Gadafi en Libia y Saleh en Yemen. Pero las elecciones libres permitieron que partidos islamistas de corte reaccionario (Hermanos Musulmanes) acaparasen el poder. Ahora quieren, como lo estamos viendo en Egipto, conservarlo a toda costa. Para consternación de la población laica que, por haber sido la primera en sublevarse, se niega a aceptar esa nueva forma de autoritarismo. Idéntico problema en Túnez. 

Después de haber seguido con interés las explosiones de libertad de la primavera 2011 en esta región, las sociedades europeas se están de nuevo desinteresando de lo que allí ocurre. Por demasiado complicado. Un ejemplo: la inextricable guerra civil en Siria. Ahí, lo que está claro es que las grandes potencias occidentales (Estados Unidos, Reino Unido, Francia), aliadas a Arabia Saudí, Qatar y Turquía, han decidido apoyar (con dinero, armas e instructores) a la insurgencia islamista suní. Ésta, en los diferentes frentes, no cesa de ganar terreno. ¿Cuánto tiempo resistirá el Gobierno de Bachar El Asad? Su suerte parece echada. Rusia y China, sus aliados diplomáticos, no darán luz verde en la ONU a un ataque de la OTAN como en Libia en 2011. Pero tanto Moscú como Pekín consideran que la situación del régimen de Damasco es militarmente irreversible, y han empezado a negociar con Washington una salida al conflicto que preserve sus intereses.

Frente al “eje chií” (Hezbolá libanés, Siria, Irán), Estados Unidos ha constituido en esa región un amplio “eje suní” (desde Turquía y Arabia Saudí hasta Marruecos pasando por El Cairo, Trípoli y Túnez). Objetivo: derrocar a Bachar El Asad –y despojar así a Teherán de su gran aliado regional– antes de la próxima primavera. ¿Por qué? Porque el 14 de junio tienen lugar, en Irán, las elecciones presidenciales (2). A las cuales Mahmud Ahmadinejad, el actual mandatario, no puede presentarse pues la Constitución no permite ejercer más de dos mandatos. O sea que, durante el próximo semestre, Irán se hallará immerso en violentas pugnas electorales entre los partidarios de una línea dura frente a Wa­s­hington y los que defienden la vía de la negociación.

Frente a esa situación iraní de cierto desgobierno, Israel en cambio estará en orden de marcha para un eventual ataque contra las instalaciones nucleares persas (3). En el Estado judío, en efecto, las elecciones generales del 22 de enero verán probablemente la victoria de la coalición ultraconservadora que reforzará al primer ministro Benjamín Netanyahu, partidario de bombardear cuanto antes Irán.

Ese ataque no puede llevarse a cabo sin la participación militar de Estados Unidos. ¿Lo aceptará Washington? Es poco probable. Barack Obama, que toma posesión el 21 de enero, se siente más seguro después de su reelección. Sabe que la inmensa mayoría de la opinión pública estadounidense (4) no desea más guerras. El frente de Afganistán sigue abierto. El de Siria también. Y otro podría abrirse en el norte de Malí. El nuevo secretario de Estado, John Kerry, tendrá la delicada misión de calmar al aliado israelí.

Entretanto Obama mira hacia Asia, zona prioritaria desde que Washington decidió la reorientación estratégica de su política exterior. Estados Unidos trata de frenar allí la expansión de China cercándola de bases militares y apoyándose en sus socios tradicionales: Japón, ­Corea del Sur, Taiwán. Es significativo que el primer viaje de Barack Obama, depués de su ­reelección el pasado 6 de noviembre, haya sido a Birmania, Camboya y Tailandia, tres ­Estados de la Asociación de ­Naciones del Sudeste de Asia (ASEAN). Una organización que reúne a los aliados de Wa­shington en la región y la mayoría de cuyos miembros tienen problemas de límites marítimos con Pekín.

Los mares de China, que designará a Xi Jinping presidente en marzo próximo, se han convertido en las zonas de mayor potencial de conflicto armado del área Asia-Pacífico. Las tensiones de Pekín con Tokio, a propósito de la soberanía de las islas Senkaku (Diaoyú para los chinos), podrían agravarse después de la victoria electoral, el pasado 16 de diciembre, del Partido Liberal-Demócrata (PLD) cuyo líder y nuevo primer ministro, Shinzo Abe, es un “halcón” nacionalista, conocido por sus críticas hacia China. También la disputa con Vietnam sobre la propiedad de las islas Spratley está subiendo peligrosamente de tono. Sobre todo después de que las autoridades vietnamitas colocaran oficialmente, en junio pasado, el archipiélago bajo su soberanía. 

China está modernizando a toda marcha su Armada. El pasado 25 de septiembre lanzó su primer portaaviones, el Liaoning, con la intención de intimidar a sus vecinos. Pekín soporta cada vez menos la presencia militar de Estados Unidos en Asia. Entre los dos gigantes, se está instalando una peligrosa “desconfianza estratégica” (5) que, sin lugar a dudas, va a marcar la política internacional del siglo XXI.

(1) Léase el dossier “France and the euro. The time-bomb at the heart of  Europe”, The Economist, Londres, 17 de noviembre de 2012.
(2) En Irán, el presidente no es el jefe de Estado. El jefe de Estado es el Guía Supremo, elegido de por vida, y cuya función ejerce actualmente Alí Jamenei.
(3) Léase, Ignacio Ramonet, “El año de todos los peligros”, Le Monde diplomatique en español, febrero 2012.
(4) The New York Times, Nueva York, 12 de noviembre de 2012.
(5) Léase Wang Jisi y Kenneth G. Lieberthal, “Adressing U.S.-China Strategic Distrust”, Broo­kings Institution, 30 de marzo de 2012. www.brookings.edu/research/papers/2012/03/30-us-china-lieberthal

Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique

sábado, 5 de enero de 2013

Balance anual de lo macro: vamos de mal en peor

La realidad mundial es compleja. Es imposible hacer un balance unitario. Voy a intentar hacer uno referente a la realidad macro y otro a la micro. Si consideramos la forma en que los dueños del poder se están enfrentando a la crisis sistémica de nuestro tipo de civilización —organizada sobre la base de la explotación ilimitada de la naturaleza, la acumulación también ilimitada y la consecuente creación de una doble injusticia: la social con sus perversas desigualdades a nivel mundial, y la ecológica con la desestructuración de la red de la vida que garantiza nuestra subsistencia—, y si tomamos como punto de referencia la COP 18 realizada en este final de año en Doha (Qatar) sobre el calentamiento global, podemos sin exageración decir: estamos yendo de mal en peor. De continuar por este camino, vamos a encontrarnos, a no tardar mucho,delantede un «abismo ecológico».
 
Hasta ahora no se han tomado las medidas necesarias para cambiar el curso de las cosas. La economía especulativa sigue floreciendo, los mercados son cada vez más competitivos —lo que equivale a decir cada vez menos regulados—, y la alarma ecológica, materializada en el calentamiento global, dejada prácticamente de lado. En Doha sólo faltó dar la extremaunción al Tratado de Kyoto. Irónicamente se dice en la primera página del documento final que nada resolvió, pues pospuso todo para 2015: «el cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y para el planeta, y este problema necesita ser afrentado con urgencia por todos los países». Y no está siendo afrentado. Como en los tiempos de Noé, continuamos comiendo, bebiendo y recogiendo las mesas del Titanic que se hunde, escuchando todavía la música. La Casa está en llamas y mentimos a los otros diciendo que no lo está. 

Veo dos razones para esta conclusión realista que parece pesimista. Diría con José Saramago: «no soy pesimista; la realidad es la que es pésima; yo soy realista». La primera razón tiene que ver con la premisa falsa que sustenta y alimenta la crisis: el objetivo es el crecimiento material ilimitado (aumento del PIB), realizado sobre la base de la energía fósil y con un flujo totalmente liberado de los capitales, especialmente especulativos. 

Esta premisa está presente en los planes de todos los países, incluido el brasilero. La falsedad de esta premisa reside en la total falta de consideración de los límites del sistema-Tierra. Un planeta limitado no soporta un proyecto ilimitado. No tiene sostenibilidad. Es más, se evita la palabra sostenibilidadque viene de las ciencias de la vida; ella no es lineal, se organiza en redes de interdependencias de todos con todos, que mantienen funcionando todos los factores que garantizan la perpetuación de la vida y de nuestra civilización. Se prefiere hablar de desarrollo sostenible, sin darse cuenta de que se trata de un concepto contradictorio porque es lineal, siempre creciente, y supone la dominación de la naturaleza y la quiebra del equilibrio ecosistémico. Nunca se llega a ningún acuerdo sobre el clima porque los poderosos consorcios del petróleo influencian políticamente a los gobiernos y boicotean cualquier medida que les disminuya las ganancias, por eso no apoyan las energías alternativas. Sólo buscan el crecimiento anual del PIB. 

Este modelo está siendo refutado por los hechos: ya no funciona ni en los países centrales, como lo muestra la crisis actual, ni en los periféricos. O se busca otro tipo de crecimiento —que es esencial para el sistema-vida, pero que debemos hacerlo respetando la capacidad de la Tierra y los ritmos de la naturaleza—, o encontraremos lo innombrable. 

La segunda razón es más de orden filosófico y por ella he venido luchando desde hace más de treinta años. Implica consecuencias paradigmáticas: el rescate de la inteligencia cordial o emocional para equilibrar el poderío destructor de la razón instrumental, secuestrada hace siglos por el proceso productivo acumulador. Como nos dice el filósofo francés Patrick Viveret, «la razón instrumental sin la inteligencia emocional puede perfectamente llevarnos a la peor de las barbaries» (Por uma sobriedade feliz, Quarteto, 2012, 41); recuérdese la remodelación de la humanidad proyectada por Himmler que culminó con la shoah, la liquidación de los gitanos y de los discapacitados. 

Si no incorporamos la inteligencia emocional a la razón instrumental-analítica, nunca vamos a sentir los gritos de la Madre Tierra, el dolor de las selvas y los bosques abatidos, ni la devastación actual de la biodiversidad, del orden de casi cien mil especies por año (E. Wilson). Y junto con la sostenibilidad debe venir el cuidado, el respeto y el amor por todo lo que existe y vive. Sin esta revolución de la mente y el corazón iremos, sí, de mal en peor. 

Ver mi libro: Proteger la Tierra-cuidar de la vida: cómo escapar del fin del mundo, Nueva Utopía 2011.
 
Leonardo Boff. Teólogo, filósofo y escritor
Adital