martes, 28 de mayo de 2013

Políticas que matan al planeta

Se acaba de cruzar un umbral clave en los registros que miden el avance del calentamiento global: por primera vez desde que comenzaron las mediciones en 1958 la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera superó las cuatrocientas partes por millón (ppm). Esto significa que por cada millón de moléculas en la atmósfera de la Tierra, hay cuatrocientas moléculas de dióxido de carbono (CO2).

El 9 de mayo, el observatorio de Mauna Loa en Hawai, que suele utilizarse como punto de referencia, registró una lectura de 400.03 ppm. Se calcula que el año próximo el promedio global superará las cuatrocientas ppm.

La concentración de CO2 en el aire está relacionada con la temperatura de la Tierra. El consenso generalizado es que para que el calentamiento global esté por debajo de dos grados centígrados en comparación con el nivel previo a la revolución industrial de 1750, el CO2 no debe superar el nivel de cuatrocientas cincuenta ppm. De hecho, según científicos prominentes como James Hansen por encima de trescientas cincuenta ppm ya es peligroso. Por tanto, es necesario reducir el CO2 en la atmósfera, aunque no resulta claro cómo podría lograrse esto.

Los efectos del cambio climático ya se hacen sentir de manera dramática con el incremento de los fenómenos meteorológicos extremos, que van desde un aumento de las lluvias y grandes inundaciones en Pakistán, China, el sudeste de Asia y el Reino Unido, hasta sequías en algunas partes de África y en Estados Unidos, violentos incendios en Australia y Rusia, y grandes tormentas o huracanes en Filipinas, América Central y Estados Unidos.

¿Cuánto peor será la situación en la medida que se agrave el cambio climático como consecuencia del aumento de la concentración de CO2 de cuatrocientas a cuatrocientas cincuenta ppm y más?

El aumento de la concentración ha sido drástico. En 1958 era de trescientas quince ppm y en 2000 llegó a cerca de trescientas setenta y cinco ppm, antes de saltar a las cuatrocientas ppm actuales. A este ritmo, vamos en vías de aumentar la temperatura para finales del siglo no dos grados sino entre tres y cinco grados. Una catástrofe.

La temperatura actual es de 0.8 grados por encima del nivel preindustrial y ya estamos presenciando los importantes efectos perjudiciales, que nos dan una pista de cómo llegaría a ser un mundo con dos y hasta cuatro grados más de temperatura. El que podrían heredar nuestros hijos y nietos.

El informe de 2012 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) sobre la “brecha de emisiones”, elaborado por cincuenta y cinco científicos, demuestra que la emisión mundial total en 2011 fue de cincuenta gigatoneladas (50,000 millones de toneladas) de CO2 equivalente. Es decir, CO2 más otros gases de efecto invernadero como el metano, pero expresados en términos de CO2.

El nivel de emisiones de CO2 equivalente ha aumentado rápidamente. En 2000 era de cuarenta gigatoneladas, antes de aumentar a 50.1 en 2011. Esto significa que la emisión global anual aumentó diez gigatoneladas (veinticinco por ciento) en solo una década.

El informe del PNUMA estima que para mantener la temperatura del planeta en dos grados por debajo del nivel preindustrial es necesario que las emisiones globales anuales bajen a cuarenta y cuatro gigatoneladas para 2020, y que luego continúen disminuyendo. Sin embargo, si no hay cambios en las políticas, se prevé que las emisiones aumentarán a cincuenta y ocho gigatoneladas en 2020.

La buena noticia es que los gobiernos de varios países se han comprometido a adoptar medidas para reducir sus emisiones. La mala es que esas promesas no son suficientes.

En el mejor de los casos -si los gobiernos cumplen con el margen máximo de sus promesas y en las mejores condiciones-, el nivel de emisiones en 2020 será de cincuenta y dos gigatoneladas. Esto está muy por encima del límite de cuarenta y cuatro gigatoneladas necesario para mantener la temperatura por debajo del nivel de dos grados, si bien es inferior al que se alcanzaría de continuar con la tendencia actual.

En el peor de los casos -si los gobiernos toman medidas pero dentro del margen mínimo de sus promesas, y en malas condiciones-, el nivel de emisiones en 2020 será de cincuenta y siete gigatoneladas, que es casi lo mismo que el nivel de cincuenta y ocho gigatoneladas al que se llegaría si todo permanece incambiado.

En cualquiera de los dos casos las emisiones proyectadas para 2020 superarán los dos grados, llegando a niveles de tres y cinco grados. En otras palabras, la proyección es hacia un desastre climático.

Las soluciones técnicas no son tan difíciles de conceptualizar. El informe del PNUMA ofrece sugerencias sobre la reducción de emisiones a través de cambios en las prácticas y políticas de construcción de edificios, transporte y silvicultura. A eso se pueden añadir políticas en materia de energía, industria y agricultura.

El problema se presenta con las políticas y los costos del cambio. Un acuerdo global sobre el clima es difícil de lograr debido a las diferentes perspectivas sobre lo que es una distribución justa de los esfuerzos y quién se hará cargo de los costos. Los países en desarrollo consideran que los países ricos tienen la responsabilidad histórica de asumir el liderazgo en la reducción de las emisiones y de pagar -al menos de manera sustancial- los gastos en los que deben incurrir los países en desarrollo para cambiar a tecnologías y políticas que impliquen bajas emisiones de carbono.

Esta responsabilidad histórica se origina en el hecho de que los países desarrollados son los responsables hasta el momento de haber emitido la mayor parte del CO2 presente en la atmósfera. Ellos se enriquecieron en parte debido a que sus economías crecieron sobre la base de combustibles fósiles baratos. Y gracias a eso sus economías son más ricas.

Si los países en desarrollo asumen el costo total de los cambios, su crecimiento económico se resentirá y sus esfuerzos de desarrollo se desviarán de los alimentos, la atención de la salud y el desarrollo económico para concentrarse en las medidas relacionadas con el clima. Por lo tanto, pretenden que los países ricos les transfieran fondos y tecnología para apoyarlos en su cambio hacia una senda de crecimiento respetuoso para con el clima.

Los países desarrollados, por su parte, se muestran reacios a aceptar la “responsabilidad histórica”, con el argumento de que no pueden ser considerados responsables de lo que hicieron sus antepasados, en la ignorancia. En teoría, están dispuestos a proporcionar fondos y tecnología, pero en los hechos se han transferido pocos fondos y muy poca tecnología a los países en desarrollo.

Los países desarrollados también aspiran a que todos los países -no sólo ellos- firmen el mismo tipo de obligaciones de reducción de emisiones. Los países en desarrollo consideran que esto es contrario a los principios de equidad y de responsabilidades comunes pero diferenciadas, que son principios centrales de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Si bien la ciencia tiene cada vez mayor claridad en cuanto a lo que está ocurriendo al clima, y se están elaborando soluciones técnicas sobre la forma de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en varios sectores, es la política para enfrentar el cambio climático lo que hay que resolver.
*Martin Khor es fundador de la Red del Tercer Mundo y director ejecutivo de South Centre, una organización de países en desarrollo con sede en Ginebra.
El Mercurio Digital

sábado, 4 de mayo de 2013

El mundo en 2030

Cada cuatro años, con el inicio del nuevo mandato presidencial en Estados Unidos, el National Intelligence Council (NIC), la oficina de análisis y de anticipación geopolítica y económica de la Central Intelligence Agency (CIA), publica un informe que se convierte automáticamente en una referencia para todas las cancillerías del mundo. Aunque obviamente se trata de una visión muy parcial (la de Washington), elaborada por una agencia, la CIA, cuya principal misión es defender los intereses de Estados Unidos, el informe estratégico del NIC presenta una indiscutible utilidad porque resulta de una puesta en común –revisada por todas las agencias de inteligencia de EE.UU.– de estudios elaborados por expertos independientes de varias universidades y de muchos otros países (Europa, China, la India, África, América Latina, mundo árabe-musulmán, etc.).

El documento confidencial que el presidente Barack Obama encontró sobre la mesa de su despacho en la Casa Blanca el pasado 21 de enero al tomar posesión de su segundo mandato, se acaba de publicar con el título: Global Trends 2030. Alternative Worlds (Tendencias mundiales 2030: nuevos mundos posibles) (1). ¿Qué nos dice?

La principal constatación es: el declive de Occidente. Por vez primera desde el siglo XV, los países occidentales están perdiendo poderío frente a la subida de las nuevas potencias emergentes (2). Empieza la fase final de un ciclo de cinco siglos de dominación occidental del mundo. Aunque Estados Unidos seguirá siendo una de las principales potencias planetarias, perderá su hegemonía económica en favor de China. Y ya no ejercerá su “hegemonía militar solitaria” como lo hizo desde el fin de la Guerra Fría (1989). Vamos hacia un mundo multipolar en el que nuevos actores (China, la India, Brasil, Rusia, Sudáfrica) tienen vocación de constituir sólidos polos continentales y de disputarle la supremacía internacional a Washington y a sus aliados históricos (Japón, Alemania, Reino Unido, Francia).

Para tener una idea de la importancia y de la rapidez del desclasamiento occidental que se avecina, baste con señalar estas cifras: la parte de los países occidentales en la economía mundial va a pasar del 56% hoy, a un 25% en 2030... O sea que, en menos de veinte años, Occidente perderá más de la mitad de su preponderancia económica... Una de las principales consecuencias de esto es que EE.UU. y sus aliados ya no tendrán probablemente los medios financieros para asumir el rol de gendarmes del mundo... De tal modo que este cambio estructural (añadido a la profunda crisis económico-financiera actual) podría lograr lo que ni la Unión Soviética ni Al Qaeda consiguieron: debilitar durante mucho tiempo a Occidente.

Según este informe, en Europa la crisis durará al menos un decenio, es decir hasta 2023... Y, siempre según este documento de la CIA, no es seguro que la Unión Europea logre mantener su cohesión. Entretanto, se confirma la emergencia de China como segunda economía mundial y con vocación de convertirse en la primera. Al mismo tiempo, los demás países del grupo llamado BRICS (Brasil, Rusia, la India y Sudáfrica) se instalan en segunda línea compitiendo directamente con los antiguos imperios dominantes del grupo JAFRU (Japón, Alemania, Francia, Reino Unido).

En tercera línea aparecen ahora una serie de potencias intermediarias, con demografías en alza y fuertes tasas de crecimiento económico, llamadas a convertirse también en polos hegemónicos regionales y con tendencia a transformarse en grupo de influencia mundial, el CINETV (Colombia, Indonesia, Nigeria, Etiopía, Turquía, Vietnam).

Pero de aquí a 2030, en el Nuevo Sistema Internacional, algunas de las mayores colectividades del mundo ya no serán países sino comunidades congregadas y vinculadas entre sí por Internet y las redes sociales. Por ejemplo, ‘Facebooklandia’: más de mil millones de usuarios... O ‘Twitterlandia’, más de 800 millones... Cuya influencia, en el “juego de tronos” de la geopolítica mundial, podrá revelarse decisivo. Las estructuras de poder se difuminarán gracias al acceso universal a la Red y el uso de nuevas herramientas digitales.

A este respecto, el informe de la CIA anuncia la aparición de tensiones entre los ciudadanos y algunos gobiernos en unas dinámicas que varios sociólogos califican de ‘post-políticas’ o ‘post-democráticas’... Por un lado, la generalización del acceso a la Red y la universalización del uso de las nuevas tecnologías permitirán a la ciudadanía alcanzar altas cuotas de libertad y desafiar a sus representantes políticos (como durante las primaveras árabes o la crisis de los “indignados”). Pero, a la vez, según los autores del informe, estas mismas herramientas electrónicas proporcionarán a los gobiernos “una capacidad sin precedentes para vigilar a sus ciudadanos” (3).

“La tecnología –añaden los analistas de Global Trends 2030– continuará siendo el gran nivelador, y los futuros magnates de Internet, como podría ser el caso de los de Google y Facebook, poseen montañas enteras de bases de datos, y manejan en tiempo real mucha más información que cualquier Gobierno”. Por eso, la CIA recomienda a la Administración de EE.UU. que haga frente a esa amenaza eventual de las grandes corporaciones de Internet activando el Special Collection Service (4), un servicio de inteligencia ultrasecreto –administrado conjuntamente por la NSA (National Security Service) y el SCE (Service Cryptologic Elements) de las Fuerzas Armadas– especializado en la captación clandestina de informaciones de origen electromagnético. El peligro de que un grupo de empresas privadas controle toda esa masa de datos reside, principalmente, en que podría condicionar el comportamiento a gran escala de la población mundial e incluso de las entidades gubernamentales. También se teme que el terrorismo yihadista sea reemplazado por un ciberterrorismo aún más sobrecogedor.

La CIA toma tan en serio este nuevo tipo de amenazas que, finalmente, el declive de Estados Unidos no habrá sido provocado por una causa exterior sino por una crisis interior: la quiebra económica acaecida a partir de 2008. El informe insiste en que la geopolítica de hoy debe interesarse por nuevos fenómenos que no poseen forzosamente un carácter militar. Pues, aunque las amenazas militares no han desaparecido (véase les intimidaciones armadas contra Siria o la reciente actitud de Corea del Norte y su anuncio de un uso posible del arma nuclear), los peligros principales que corren hoy nuestras sociedades son de orden no-militar: cambio climático, conflictos económicos, crimen organizado, guerras electrónicas, agotamiento de los recursos naturales...

Sobre este último aspecto, el informe indica que uno de los recursos que más aceleradamente se está agotando es el agua dulce. En 2030, el 60% de la población mundial tendrá problemas de abastecimiento de agua, dando lugar a la aparición de “conflictos hídricos”... En cuanto al fin de los hidrocarburos en cambio, la CIA se muestra mucho más optimista que los ecologistas. Gracias a las nuevas técnicas de fracturación hidráulica, la explotación del petróleo y del gas de esquisto está alcanzando niveles excepcionales. Ya Estados Unidos es autosuficiente en gas, y en 2030 lo será en petróleo, lo cual abarata sus costos de producción manufacturera y exhorta a la relocalización de sus industrias. Pero si EE.UU. –principal importador actual de hidrocarburos– deja de importar petróleo, es de prever que los precios se derrumbarán. ¿Cuáles serán entonces las consecuencias para los actuales países exportadores?

En el mundo hacia el que vamos, el 60% de las personas vivirá, por primera vez en la historia de la humanidad,  en las ciudades. Y, como consecuencia de la reducción acelerada de la pobreza, las clases medias serán dominantes y se triplicarán, pasando de los 1.000 a los 3.000 millones de personas. Esto, que en sí es una revolución colosal, acarreará como secuela, entre otros efectos, un cambio general en los hábitos culinarios y, en particular, un aumento del consumo de carne a escala planetaria. Lo cual agravará la crisis medioambiental. Porque se multiplicará la cría de ganado, de cerdos y de aves ; y eso supone un derroche de agua (para producir piensos), de pastos, de fertilizantes y de energía. Con derivaciones negativas en términos de efectos  invernadero y calentamento global...

El informe de la CIA anuncia también que, en 2030, los habitantes del planeta seremos 8.400 millones pero el aumento demográfico cesará en todos los continentes menos en África, con el consiguiente envejecimiento general de la población mundial. En cambio, el vínculo entre el ser humano y las tecnologías protésicas acelerará la puesta a punto de nuevas generaciones de robots y la aparición de “superhombres” capaces de proezas físicas e intelectuales inéditas.

El futuro es pocas veces predecible. No por ello hay que dejar de imaginarlo en términos de prospectiva. Preparándonos para actuar ante diversas circunstancias posibles, de las cuales una sola se producirá. Aunque ya advertimos que la CIA tiene su propio punto de vista subjetivo sobre la marcha del mundo, condicionado por el prisma de la defensa de los intereses estadounidenses, su informe tetranual no deja de constituir una herramienta extremadamente útil. Su lectura nos ayuda a tomar conciencia de las rápidas evoluciones en curso y a reflexionar sobre la posibilidad de cada uno de nosotros a intervenir y a fijar el rumbo. Para construir un futuro más justo.

(1) http://www.dni.gov/index.php/about/organization/national-intelligence-council-global-trends. Existe edición en francés: Le Monde en 2030 vu par la CIA, Editions des Equateurs, Paris, 2013.
(2) Léase el Atlas, Nuevas potencias emergentes, editado por Le Monde diplomatique en español, Valencia, 2012.
(3) En esa misma línea de alerta, léase Julian Assange (con Jacob Appelbaum, Aandy Mûller-Maghun y Jérémie Zimmermann), Cypherpunks. La libertad y el futuro de internet, Deusto, Bilbao, 2013.
(4) http://en.wikipedia.org/wiki/Central_Security_Service ; consúltese también: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/04/19/el-f6-el-servicio-de-espionaje-supersecreto-a-escala-mundial-96404/

Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=e8187d95-88cd-46a5-a22e-d69e48ef3c63